Con la primavera llega ese magia, esa
ilusión, ese sentimiento, ese momento que viene anunciado desde que el olor a
azahar y a incienso nos inunda el olfato; desde que nuestra vista se vuelve
continuamente hacia el calendario y hacia el reloj; desde que en nuestro gusto
tenemos el placer de deleitar unas torrijas y unos pestiños; desde el momento
en el que nuestro tacto recorre la madera y la cera; y desde que nuestro oído
solo existe para escuchar las melodías de una banda de procesión, o una voz y
un lamento, roto por los aplausos que despierta una saeta.
Con la primavera asistimos
nuevamente al milagro, a ese momento en el que celebramos la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesucristo, conmemorando que sacrificó su propia vida para
conceder a la humanidad la salvación.
Con la primavera volvemos a
contemplar la sonrisa de los más pequeños, que se ilusionan cuando, por primera
vez o nuevamente, se visten de nazarenos para acompañar a su Señor y a su
Virgen en su procesión, por las calles de su pueblo, por las calles de Paradas.
Con la primavera observamos como los
jóvenes se vuelcan de forma total con su Hermandad, sacrificando horas de
tiempo libre, para conseguir que todo esté preparado para que el Viernes Santo
la Cofradía del Santo Entierro vuelva a procesionar por las calles de Paradas.
Y con esta juventud nacen amistades, tertulias, y momentos inolvidables que
tienen la suerte de descubrir aquellos jóvenes que dan un paso hacia adelante y
se implican en la vida de su Hermandad.
Con la primavera vuelve ese Domingo
de Ramos que todos los cofrades tenemos señalado como el comienzo de la Semana Grande
del año. Porque no hay mayor sentimiento para un cofrade que ver como Jesús
vuelve a entrar, triunfante, en Jerusalén. Porque no hay mayor alegría que ver
a la Cofradía del Santo Entierro cruzar el dintel de la Iglesia, saliendo al
Porche y encontrándose con los paradeños. Porque no hay mayor gloria que poder tener
durante todo el año la ilusión de volver a vivir una nueva Semana Santa. Porque
no hay nada más importante que la fe.
Juan
Ramón Lara Muñoz.
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